Los servicios de información del gobierno borraron ayer de sus portales
de Internet toda referencia, textual como gráfica, de la visita del
presidente Fernández a Libia y de sus reuniones con el coronel Gadafi,
el despiadado tirano que sojuzga a ese país africano desde hace más de
cuatro décadas, y su hijo Saif Al Islam, a quien se señala como
responsable de las salvajes matanzas de ciudadanos que reclaman allí el
fin de la tiranía. Fernández visitó Trípoli, la capital libia, a finales
de agosto del 2009 y estuvo allí tres días, como invitado a los
festejos del cuarenta aniversario del golpe militar que llevó a Gadafi
al poder.
Los servicios informativos del gobierno mostraban fotos
separadas del presidente con el dictador y Saif, como evidencias del
éxito de la política exterior y el fortalecimiento de la imagen
internacional del país. En una de ellas, Fernández estrechaba la mano de
Saif, ambos sonrientes, para ilustrar la información de que Libia había
expresado su interés de invertir dos mil millones de dólares en una
refinería en Manzanillo, Montecristi, de lo cual, por supuesto, como en
otros viajes presidenciales, no volvió a hablarse del asunto, para
fortuna nuestra.
Con cada viaje suyo se traen anuncios que nunca se
materializan. En aquella ocasión, muchos dominicanos se preguntaron qué
hacía el presidente en ese lejano lugar, respaldando con su presencia
una de las tiranías más odiosas y antiguas, mientras condenaba en foros
internacionales la destitución del presidente Zelaya en Honduras,
calificando como dictadura al gobierno que lo suplantó y al cual, meses
después, fue de los primeros en reconocer. El viaje del presidente a
Libia y el establecimiento de relaciones formales con Gadafi es
evidencia irrefutable de los peligros de una política exterior que
mezcla el interés nacional con la promoción personal de un jefe de
Estado.
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