Ya nadie juega Flor y Convento

Jugando FLor y convento
Era esa época, en la infancia, en el recuerdo, cuando lejos de los Xbox, Playstations, lejos de videojuegos como Halo y muy lejos de la despechada Lara Croft, en nuestro país hubo un tiempo en que nos conformábamos con jugar Flor y Convento. Ese juego que para muchos es un poco pendejo, nos ponía de lleva y trae produciendo dinámicos corre corres por toda la casa y el barrio. Ya no se ven en las calles los niños, emulando ser mandamases, llenándose el orgullo enviando a sus compañeritos a buscar lo que le venga en gana. El espíritu de este juego era un niño jefe, ante demás carajitos que los ponía al hazme esto y ve allí. Jugar Flor y Convento, en una época en donde se dan pocas flores y hay pocos conventos resulta un poco problemático para ser acatado por la infancia actual.

Eran otros tiempos

En esa época se jugaba por pasión, por tradición y por aburrimiento. Se jugaba Flor y Convento porque queríamos conocer el poder, poner a la gente a hacer mandados, a enviarlos de allá para acá y sentir el placer de controlarlos. Era un juego muy sencillo, después de un código que se de decía a coro, el líder o el que se quedaba tenia la placentera ocupación de hacer con ellos los que le viniera en gana. «Flor y convento, convento sin flores, que vaya y que venga y que no se detenga» Después de ese rezo, que se decía siempre a coro, el líder proponía un objeto a buscar, podía ser un panty, la chancleta del abuelo o cualquier vaina rara. El primer esclavo en llegar con aquel objeto o prenda tenía la oportunidad y el orgullo de saber que había cumplido con rigurosidad la orden impuesta, gran vaina. Ahora bien, aquel que se entretuvo en implementar la orden, aquel que no buscó lo que se tenía que traer, podía recibir la humillación de su jefe y de sus compañeros, un desagravio clásico en estos juegos.

Modernidad VS tradición

Muchas anécdotas alrededor de esta dinámica infantil del poder, nuestra amiga Johana Soto por ejemplo, nos comenta que en varias ocasiones no pudo cumplir con la encomienda, ya que de pequeña era muy corpulenta y siempre se quedaba atrás, (Flor y convento no estaba hecho para gorditos). Para muchos este fue un juego sin ton ni son, sin sabor, que volvía nuevamente al aburrimiento ya que se convertía en muy monótono y megalómano hacia una sola persona. Flor y convento más bien era un juego de transición, es decir, ya después de jugarlo varias veces uno de los niños cansados de llevar y traer, inquieto, propone hacer otra cosa: juguemos al pañuelo! La realidad moderna no permite mantener ciertas tradiciones de diversión y esparcimiento infantil como antes.

Los niños de hoy en día emulan más el estilo de vida adulto y apenas queman etapas infantiles. Es también penoso como la generación encargada de educarlos y transmitirles el legado haya renunciado a promover estos juegos de antaño que ya solo son parte de un lindo recuerdo o un lindo pasado. En un mundo con Internet, Juegos electrónicos, Smartphone y miles de cosas más, el poner a un carajito o a una recua de ellos a que te hagan algo simplemente por nada, como en Flor y Convento, ya no tá, al menos si no le ofreces jugar con el PSP, o con el Wii, después de que juntos canten ¡Que el vaya y venga y que no se detenga!

Fuente:duarte101.com

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